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sábado, 21 de octubre de 2017

Ajena.



Ajena a todo, poco a poco mi existencia pierde sentido y voy sumergiéndome en la angustia que conlleva vivir. Veo tan superflua la relación entre quienes me rodean, las pérdidas dejan de representar un dolor y es irónico cómo él no deja de estar presente en mi pensamiento.
No es mi razón de existir, no tengo razón alguna más que el tener y deber que ha representado mi papel en este mundo. Me engaño a mí misma mostrando esa sonrisa absurda ante el espejo, no tolero la estupidez con la que viven los demás ¿La envidia ha corroído mi ser? ¿Cómo pueden ir y venir jugando a vivir? 
En mi aislamiento, que para otros significó miedo, me resguardo bajo mis pensamientos. Mi esencia se extingue de a poco, para luego pretender resurgir sin motivo aparente.
Lo que fue catártico en un pasado ahora solo es una ligera mancha de óleo en aquel lienzo blanco. 
Los rezagos de aquellas vivencias hacen ruido en mi consciente, perdiéndose en el juego simbólico del mundo onírico... aquel mundo en el que siento pertenecer, en el cual me quiero sumergir profundamente. 
Siendo realistas ¿Qué diferencia hay entre este mundo y el onírico? El futuro se contrasta de aquellos anhelos que solo pasan a ser simples sueños.

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